El doce del doce del doce...la idea de este blog

 

Debí publicar mi primer post a las doce del día, con doce minutos, doce segundos y doce milisegundos. No podría asegurarlo, pero hay una mística que me dice que así fue. En primer lugar el doce me persigue desde que tengo uso de razón. Nací ese día del tercer mes del año, a las cuatro de la mañana (3 multiplicado por 4 da 12). Mi padre también lo hizo el 12 de septiembre de 1962, día de San Mauricio, y ello determinó su nombre y el mío por herencia. La suma de los meses en que vienen al mundo mis progenitores, también da doce. Dicha cifra me ha perseguido a lo largo de toda la vida escolar, a través de primaria, secundaria y universidad. Ocupé siempre el puesto doce en la lista de los estudiantes (o a veces el seis, con la relación numérica y consabida entre ambos).
No voy a extenderme, sólo señalar la edad más feliz y extraña que recuerdo: mis doce años, cuando comencé el camino de la adolescencia. Mientras más busco, más encuentro. (¡Me gradué de periodista en el 2012!) Es inútil que intente escapar, el doce está en todo, absolutamente. De hecho concebí este blog el 12 de diciembre del 2012, y conste que no fue a propósito, pues suelo vivir desubicado de las fechas y las horas por un problema de perdedera congénita. Una relación cabalística de tal magnitud debe tener explicación en algún plano de la realidad, por ahora inaccesible. Yo sólo puedo testimoniar un fenómeno que al parecer determina cosas importantes en mi vida.
Concebí, antes que este blog, otros intentos infructuosos en diferentes plataformas; desde WordPress hasta bligoo (y otras plantillas cuyos nombres no recuerdo). Ayudé a mis compañeros de trabajo a abrirse sus bitácoras, inyectándoles el gusto por el fascinante universo del periodismo ciudadano y las locuras blogueras. Luego de mucho sudor (y eso que laboré bajo el aire acondicionado) y a fuerza de curiosidad, obtuve la ayuda de amigos con experiencia en el tema. Finalmente logré algo, una criatura bastante informe, en la plataforma blogger. Lo bauticé “Letra Irreverente”, lo cual más que una declaración editorial constituía un vicio, una enfermedad, un modus vivendi.
A partir de ese místico momento, acontecido el día doce de diciembre del 2012 a las doce del día con doce minutos y doce milisegundos; conocí mucha gente, blogueros, facebookeros, twitteros. Locos, buenos, malos, cuerdos, escritores, marcianos, poetas, amores, sombras. La experiencia valió la pena para alguien como yo, tan solitario y retraído en la vida real; incluso diría que el mundo ciber ha generado cambios en mi carácter. Estuve en lugares lejanos al círculo habitual, con personas que jamás pensé, escribí sobre temas que de otra manera me fueran ajenos. Hasta hice un programa de radio sobre periodismo ciudadano, cuya mayor difusión la alcanzó en la blogosfera cubana.
Me enamoré, se enamoraron de mí, hice amigos y muchos enemigos. Polemicé, halagué, critiqué. Tuve palmadas de aliento, recibí alientos de envidia. Este proceso parece no detenerse, de hecho no sé si los blogs son eternos. Supongo que duran tanto como la persona que los administra, a no ser que pasen a algún tipo de herencia familiar. Letra Irreverente podrá parecer informal, gritón, satírico y todo lo demás que me han dicho; pero constituye un pedazo de mi persona, soy yo expuesto en trozos; ante un mundo cibernético cuyo patatús sólo llegará con el fin de la Humanidad.
Aunque yo muera mañana o dentro de setenta años, mi huella en la red es irreversible. Allí están mis amores, mis odios a la vista de todos; le he dado un golpe de gracia a cualquier atisbo de intimidad. En el futuro alguien pondrá en el buscador una palabra clave, y dará con un sitio raro, escrito con un estilo aún más raro, por un raro ya fallecido, pero cuyos signos vitales aún laten a través de la telaraña digital.
Para más colmo he dejado mi voz grabada en los audios del programa sobre la blogosfera; así que nadie tendrá problemas para saber cómo se oía ese loco que administraba aquel blog loco. Creo que esta extraña eternidad que brindan las bitácoras es uno de los sustratos que hay tras la cábala, y la relación que sostengo con el doce. Imagino que de aquí a un millón de años, si la raza existe, haya quien estudie con fruición este espacio virtual; y deduzca de él: la época, las costumbres, el idioma, la geografía, la política, el arte. Porque eso sí, Letra Irreverente podrá comportarse alocadamente; pero siempre con honestidad. Yo escribo como lo siento, tal y como definiera una amiga.
A un año de nacer, mi blog celebra su cabalística existencia entre la mala y la pésima conexión; con un promedio de 30 a 40 visitas diarias (tres por cuatro es igual a doce). No está nada mal para una bitácora de provincia, que lleva su propia agenda, distanciada de las habituales en el medio cubano. Si alguien decide leerme es porque: 1-Está loco, 2-No sabe lo que hace, 3-Está loco y no sabe lo que hace. ¿Qué más puedo pedir?
PS: (El doce me persigue incluso a través de este post, ahora mismo escribo apremiado por la fecha, a pocos minutos del 12 de diciembre. No sé por qué tengo la certeza de que una vez colocada la última letra del texto, el reloj marcará las doce de la noche.)

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