Ya he
hablado sobre este asunto en innumerables ocasiones, tantas que podría decirse que
se me cae la lengua y también, por supuesto, la cara ante quienes me piden
encarecidamente que divulgue los problemas con la esperanza de darles una
solución. El punto de recogida de Remedios, salida a Caibarién, ese lugar que
muchos debemos sufrir día a día, prácticamente no funciona. Conste que no es
culpa de los amarillos, quienes se esmeran por brindar un buen servicio.
Todo
comienza cuando meses atrás se inaugura una carretera que bordea la Octava Villa , con el
pretexto de que transportes pesados no dañen el entorno colonial remediano.
Ahora resulta que no sólo las yutones y los camiones se escabullen por dicha
ruta, también la mayoría de los autos estatales, cuyo objetivo es no prestarle
servicio al pasajero. Esto me parece una muestra total de falta de solidaridad,
otra más de las que ese pobre individuo que carece de transporte propio debe
sufrir.
No sé
hasta el momento de ninguna reunión en centros empresariales para amonestar a
alguno de los muchos choferes y directivos que no se detienen ante el punto. Al
contrario, tanta impunidad existe que hasta se atreven a veces a burlarse de la
compañera amarilla que se ocupa del
lugar. Eso delante de una multitud de gente trabajadora, mujeres, ancianos,
niños. Apelar a una toma de conciencia en tal caso, aunque nunca está demás, me
parece poco práctico, incluso ingenuo.
La
solución está en haber concebido desde el principio, junto al proyecto original
de la carretera, un buen punto de recogida para el pueblo. Pues ya todos sabían
de los efectos que la nueva vía iba a generar en el flujo del transporte hacia
la ciudad de Remedios. ¿Por qué no se hizo tal cosa, o peor aún, porqué ni
siquiera se piensa cumplimentarla en un plazo mediano? Vaya usted a saber qué
cosas hay detrás del asunto. Demás está decir que el punto de la salida a
Camajuaní, que enlaza a la
Octava Villa con el resto del país, también sufre severamente
a causa de la carretera que bordea la ciudad y la evita como su fuese un mal
necesario.
San
Juan de los Remedios tiene en su haber 500 años de historia y si los revisamos,
nos daremos cuenta de que la mayoría del tiempo estuvo aislada del desarrollo y
las grandes urbes. Sólo a través del mar y mediante caminos de escasa calidad
se podía enlazar con La Habana
o cualquier otro lugar de importancia. Espero que ahora, en pleno siglo XXI, no
estemos reeditando mecanismos y formas que proceden de la colonia. Esta ciudad,
gloriosa y añeja, no merece ser evitada.
Nunca
me cansaré de repetir que la economía se hace en función de los pueblos y no a
la inversa. Aunque la frase caiga en oídos sin fondo y se ignore olímpicamente.
Jamás cejaré de cumplimentar esa función reguladora y crítica que corresponde a
la prensa solidaria y pulcra que nos enseñara José Martí. Como un botellero
más, un cubano de a pie, seguiré combatiendo todo desmán que nos reste nobleza
y que desluzca. Y en cuanto a la nueva carretera que evita pasar por Remedios
inicialmente bajo el pretexto de protegerlo de transportes pesados, baste decir
que hoy día podemos toparnos a cualquier hora, en el centro histórico de dicha
ciudad, con todo tipo de yutones, camiones y en fin, artefactos de lo más
variopintos en cuanto a tamaño y niveles de contaminación.
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