“Arthur
Rimbaud pasa una temporada en el Infierno, Baudelaire riega sus flores malignas
y Wilde canturrea una balada en la
cárcel de Reading.” Así rezaba el informe de aquel ser extraterrestre a sus
superiores. Tenía la misión de vigilar a las mentes más geniales de la Tierra para determinar si
consistían o no una amenaza a nivel intergaláctico. Tras concluir que no había
de qué preocuparse, el investigador montó en su nave espacial, activó la tecla
de la velocidad de la luz y se puso rumbo a su planeta. Allí, por el contrario,
el informe fue recibido con gran alarma. Degradado y cabizbajo, el investigador
nunca comprendió la inquietud de sus sabios superiores. Apenas unos tres siglos
después, la civilización era pulverizada por naves invasoras procedentes de la Tierra.
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