4 sept 2015

A parranda revuelta...


El trabajo de plaza de El Carmen nunca se terminó


-¿Y quién gana este año? ¿El Carmen o San Salvador?
La vieja pregunta, tan vieja como las sinuosidades de Remedios, recorría los barullos de feria, los escondites de brujos, las predicciones de babalaos, los dados de los mentideros, las cartas de quienes a distancia seguían el transcurso de unas fiestas con casi doscientos años de edad. En el inicio la artesanía y el juego colmaron la fabulación de carpinteros y escultores autodidactas, en el presente existe la improvisación, las rencillas, las transacciones frías y las vistas gordas. El pueblo, viejo espectador y protagonista de las celebraciones, hoy sólo puede mirar y callar.
-¿Y habrá parrandas este año? Ya estamos cerca y no se ve movimiento.
Nueva observación que sustituyó a la antigua pregunta, porque la cuestión ahora radica en las posibilidades (casi imposibles) de materializar el sueño de  un año entero de los remedianos. Cuenta la historia que los parranderos estaban todo el tiempo inmersos en la próxima festividad, se tramaban venganzas barrioteras, chanzas, obras de arte. Hoy la incertidumbre se nota en quienes cada día se citan en la glorieta del parque José Martí, son los integrantes de una peña no formal, viejos y nuevos amantes de la tradición colectiva más longeva de Cuba.
-Nada se sabe, dicen que no hay presupuesto.
-Las parrandas son caras, puede que desaparezcan.
-No se trata de defender a San Salvador o El Carmen, sino de luchar todos juntos.
Ellos entienden que su pasión está desprotegida. Aunque las leyes amparen el patrimonio intangible, hace años que las fiestas no tienen lucidez.
-¡Es increíble que el año pasado sucedieran tantas cosas negativas sin que nadie responda por nada!
Se quejan y con razón. La organización de las parrandas del 2014 rompió el récord del irrespeto a un fenómeno declarado Patrimonio Cultural de Cuba. Las obras de arte popular del barrio El Carmen (carroza y trabajo de plaza) quedaron en el suelo, tirados como trastos sin atractivo, ante la mirada de turistas y paisanos. La contraparte, San Salvador, debió hacer recortes en el diseño de su trabajo de plaza y sacó una carroza que, además de derrumbarse a pedazos mientras caminaba por los bordes del parque Martí, quedó oscura totalmente.
-Una irresponsabilidad, una afrenta al sentir genuino.
Así califiqué el hecho a través de un reporte en vivo que hice en las ondas de la CMHS Radio Caibarién, planta radial donde entonces laboraba como comunicador. Esperé respuestas, pero obtuve silencio. Mi denuncia, realizada en caliente a las seis de la mañana del 25 de diciembre, se enfrió en el congelador del tiempo perdido. 
El silencio aún se cierne sobre los responsables y otra vez se acerca la fecha de la verdad, cuando los amantes de las parrandas quieran soñar y vean lo quimérico de su empresa.
La ausencia de una voz que asuma la factibilidad del hecho festivo es una vergüenza en el rostro de los gestores de la cultura nacional. El manto de silencio que la prensa tiró, se compara con el intento inútil por taponar con un dedo las cataratas del Niágara.
Sólo el valioso periodista villaclareño Abel Falcón, en su programa radial Alta Tensión, cuestionó la desinformación que padece el pueblo remediano acerca del gran fallo, pero hasta ahí. Falta indagar.
Con el periodo de los noventa, las parrandas perdieron la subvención estatal y su costo, siempre alto, pasó informalmente a manos de gestores particulares. Dichas personas suplantaron el papel creativo que hasta entonces las masas populares tenían dentro del fenómeno. Se generó una especie de liderazgo exclusivamente individual y grupal de consecuencias nefastas, esa crisis derivó en el actual estado de las fiestas.
Si hasta esa fecha las directivas del Carmen y San Salvador estaban compuestas por verdaderos patriotas y defensores de la tradición, a partir de entonces arribaron otros cuyo interés afectó sobremanera la calidad de los proyectos. Se descuidaron elementos artísticos a favor de otros que generan ganancias imparables.
-¡Tiramos cuarenta mil voladores!
Es una frase que suele escucharse, cuando apenas lanzaron diez mil y los otros miles fueron a Zulueta u otro poblado parrandero, previa transacción ilegal. Más de una vez el pueblo impidió esas ventas de fuegos artificiales, bloqueando el paso de las calles. Pero los timadores buscan alternativas y cada año tiran menos volador.
Hay quien dice que es imposible atajar la ilegalidad que las nuevas directivas introdujeron en las parrandas, hay quien sostiene que sin esas personas el fenómeno moriría.
No creo que nuestro Estado tenga que depender de gestores que al final se sirven de recursos estatales: madera, puntilla, bombillas, cables, tela, papel, pintura, yeso, pólvora.
Nuestras universidades forman a prestigiosos economistas, contadores y estadísticos que debieran asumir tales funciones. El Ministerio de Cultura dispone de recursos para priorizar y dar seguimiento a una fiesta que bien lo merece, por los grandes beneficios que rinde al país. Ya los hostales, los hoteles del pueblo y la cercana cayería norte tienen llenas las reservaciones para la nochebuena y fin de año. 
En el 2014 no hubo parrandas. Una parte considerable del pueblo,  a la hora de señalar culpables, le reclama al gobierno local. Pero no conozco de ningún Presidente de la Asamblea Municipal que se haya enriquecido a costa del dinero de la festividad.
Sí es tarea del sistema de gestión nacional el hallar para Remedios un mecanismo que garantice la celebración sin ilegalidades, pues a parranda revuelta ganancia de timadores. Mientras exista un vacío legal, habrá una grieta.
Las parrandas son demasiado importantes para dejarlas en manos inciertas. Son la cara de Cuba ante el mundo, por la cantidad de agencias que vienen a reportar: BBC, Reuters, AFP, Xinhua, Telesur, etc. Además de los medios nacionales, los blogueros, los periodistas ciudadanos, la gente de a pie, los turistas.    
En la era de la wifi y facebook no se puede permitir improvisaciones, porque el fallo o el éxito son inmediatos y mundiales.
Hubo desastre en el 2014 y a la fecha actual aún nadie sabe qué pasará con el 2015. No hay presupuesto estatal, y la cuenta fondo del gobierno del municipio apenas alcanza para una entrada de voladores. Otra vez la parranda anda revuelta y los timadores están de pesquería.
Lejos ya los tiempos en que los presidentes de los barrios remedianos le arrancaban el techo a sus casas o rompían un escaparate o dejaban de comer, para sacar una carroza de triunfo y una entrada de faroles.
Lejos están Bicho, Tino Palenque, Inocente Moronta, Cortina, Brusains, Tanterín, Concha la Remediana, Emilia Pata de Grillo, El “Soladito”, Perico Morales, Guillermo Duyos, Manolo Rodríguez, y otros tantos parranderos que desde aquella fría madrugada de diciembre de los años 1820, despertaron la fantasía ingenua de una ciudad.     
-No me gusta lo que hablas en la radio.
Me dijo el año pasado uno de esos que pescan aún, quizás porque piensa que su faena es impune, quizás se cree imprescindible. Otro, sencillo trabajador que vive de su salario, contradijo al pescador:
-Casi nadie habló, te felicito.
Pero todavía hay quien cree y defiende a los pescadores y le reprocha al Estado cuya gran y única falta es permitir la pesca indiscriminada.
¿Quién gana este año?  La respuesta es obvia.

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