Tiene
un porte rarito, se la pasa oyendo rock el día entero y dice que es fan a Roger
Taylor. Yo más bien sospecho que tiene los mismos gustos de Fredie Mercury,
aunque él se empeñe en negarlo. Está en la mira de los vecinos, quienes no
dejan escapar cualquier atisbo de diferencia que rompa con el provincianismo
oficial.
El pelú
es un personaje, a veces me despierta con un estridente riff de Black Sabbath,
como si se tratase de la melodía más dulce del mundo. No lo hace por malo,
simplemente intenta llamar la atención, salir de la soledad en que lo encierra
un ambiente uniformado y monótono. El rock es de esas músicas irreverentes,
propias de un aquelarre, perfectas para organizar una orgía. Cuando escucho
determinadas canciones de Led Zeppelin, enseguida pienso en las pinturas negras
de Goya, o en los caprichos, o en el mismo pelú.
Respeto
sus gustos, incluyendo su predilección por la soledad. No me molesta levantarme
con Jimmy Page de banda sonora. Aunque a veces quisiera tener también algo de
música clásica, digamos alguna pieza de Chopin. Dicho maestro también fue un
pelú bastante rarito. Al respecto, resulta famosa la anécdota de su encuentro
con Madame Sand. Cuentan que una vez presentados, la George
preguntó: “Ese Frederick, ¿es una niña?”, por su parte el músico polaco,
meneando su melenita de raro objetó: “¡Qué antipática es esa Sand! ¿Es una
mujer? Estoy por dudarlo”. Pero ¡qué digo!, mucha distancia hay entre los
agitados anarquistas de Sex Pistols y un nocturno del afeminado poeta del
piano. Aunque en ambos presiento la misma melancolía neurótica.
Hace
tiempo que el pelú y yo no hablamos, ambos hacemos nuestras vidas de forma
diversa. Es uno de esos casos de enajenación, tan socorridos en los cuentos del
realismo sucio. Dos personajes bukowskianos en busca del Grial del arte. Yo soy
un empedernido y confeso literato, él sólo se interesa por tocar mil y una
veces el número de la bestia, mientras mueve su intrigante caderita.
En
otras épocas (en otro quinquenio, para usar un término más específico y
venenoso), ya lo hubieran pelado. Ni hablar de su aspecto andrógino (término
incompleto, que no abarca a definir al joven todavía viril, pero coqueto). Por
suerte hemos mejorado. Ahora el pelú sólo debe enfrentar los miedos de una
cultura aún intolerante, que ni entiende el estribillo de los Beatles (all you
nee is love!), ni conoce las interioridades y el encanto de ser distinto.
A veces
(por chivar) coloco algún tema estridente (por lo general El Anillo del
Nibelungo, de Wagner) y el pelú sube el volumen de God save the Queen, en versión
de Sex Pistols. El espectáculo podría competir con cualquier obra del absurdo.
Dos locos armando un solo concierto de música informe, mezcla de mitología
alemana con anarquía inglesa, un desastre total.
Soy
menos peludo, pero quizás no esté muy a la zaga de mi vecino. A veces sospecho
que yo también integro ese capítulo de no conversos al provincianismo, tan
engordado por estos lares. A lo mejor algún demonio de la Guira
de Xuana Márquez la Viexa
se nos metió y andamos explotando por ahí nuestros raros egos, quién sabe si
hasta acabar como Cafunga.
No
tengo tanto pelo, pero poseo una melenita algo pecaminosa y también disfruto de
un buen atardecer. Otros quisieran que el pelú y yo criáramos puercos, o
fuésemos de intrusos a entorpecer el buen curso del karma provinciano, en la
discoteca reguetonera. ¡Cuánto quisiera que ese género desaparezca para
siempre! ¡Cuánta insensibilidad ha sembrado entre los ladradadores de letras
soeces y tonadas mediocres!
Porque
tanto el pelú como yo sólo seremos felices en un territorio libre de reguetón.
No digo que todos deban oír la misma música, pero sí desearía que existiera un
poco más de espacio para la rareza entre el uniformado presente que tenemos.
¡Tampoco les dé la fiebre por adoptar el mismo estilo de vida del pelú! ¡Sed
originales, por la gracia de San Salvador Dalí! Mientras, ambos seguimos
profesando nuestras vidas extrañas. Ahora mismo escucho el principio de We will
rock you. Es una maravilla.
Muchacho raro, qué bueno dar contigo en este raro mundo que es la web. Al principio te vi como un intruso en Nuberos, pero por suerte siempre dudo hasta de mí y me encontré otra vez errada (de las cuatro patas jajaja). Gracias por dejar tus rastros y auto-presentarte, de otra manera quizás no te habría encontrado y me habría perdido de buenas lecturas. Ah!!! y te envidio el vecino, de veras que sí.
ResponderEliminarHola nubedealivio!!! Gracias por darme esta peculiar bienvenida a Nuberos, jaja. Y sí, suelen decir muy a menudo que soy raro. jajaja. Pero yo lo veo como un elogio. Me encanta lo que se publica En Nuberos y sigo a varios blogs que allí dejan sus rarezas. Mi vecino? Te lo presento, el pelú y yo seguimos siendo muy buenos amigos, de veras. Aunque con el tiempo nos volvemos más extraños, jajaja. Un abrazo para ti.
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