¿Cómo
hacer un periodismo serio y a la vez irreverente? ¿De qué forma recuperar la
atención de nuestro público televidente, oyente o lector? ¿Estamos listos para
asumir el reto de una prensa realmente distinta? Las interrogantes dan vueltas,
me sumen en un confuso torbellino, están presentes en cada post que escribo, en
cada trabajo radial que saco al aire. ¿El problema reside sólo en el contenido
de nuestros mensajes, o hay que indagar por estilos más frescos, personales,
auténticos?
Cuando
cursaba estudios en la universidad me molestaba el tono insuficiente de nuestra
prensa, su incapacidad para ir más allá del simple informe, frío, impersonal,
muchas veces poco comunicativo. Dije por entonces que nos tocaba obrar una
renovación, y ahora estoy en el aprieto de manejar una agenda personal de
cambios, de iniciativas, dentro de otra muy estrecha, donde se impone una rutina ramplona, conocida por todos en el
gremio por el nombre de “corta y clava”. Así mismo, al estilo del más remendón
de los zapateros. Fabricar productos comunicativos deviene no ya en oficio,
sino chapuza, en despeñar una serie de notas informes con el mote de “géneros”,
que o repiten o dicen mal, pues carecen de elaboración, del alma del
periodista.
Este
trabajo, gústele o no, tiene mucho de arte y subjetividad. Ya en la Academia me encontré con
esos supuestos periodistas “objetivos”, que apostaban por una escritura casi
robótica, sin adjetivación, sin gerundios o formas del verbo ser. Como si tales
fórmulas garantizaran la eficacia de un buen artículo o cualquier otro género.
Negaban los vínculos del periodismo con la literatura, se ofendían cuando algún
estudiante hereje se desviaba de las canónicas vías establecidas en manuales y
demás ortodoxias. No obstante, acá estamos los disconformes, escribiendo a
nuestro antojo, aún soñando una prensa humana, disfrutable, cercana, y eficaz.
En lo
personal tengo una fórmula que aplico siempre a la hora de escribir: primero
recuerdo lo último que vi, escuché o leí en la prensa cubana y luego me digo
“bien, tú debes evitar eso” e intento manejar la pluma de la forma más
irreverente posible. Pero vuelvo a las interrogantes del inicio: ¿es un
problema de estilo o de contenidos? Creo que ambas cuestiones inciden una en la
otra y hacen que nuestra pálida prensa caiga por su propio peso. Es habitual
que se ignoren olímpicamente los valores noticia en nuestra prensa, mientras se
va a bolina el ABC que debiera jerarquizar los contenidos de periódicos,
emisoras y telecentros.
Pero si
terrible resulta incurrir en faltas de contenido, también lo es el tratamiento
irresponsable que muchas veces reciben los hechos. Emitir datos de forma
desmañada deviene en otra práctica común, así pululan sosos artículos,
incapaces de decirle al lector “acá te puedes enterar de algo interesante y en
forma amena”. Tal fenómeno constituye una absoluta falta de respeto hacia el
público y también con uno mismo como profesional, crean un mal hábito,
propenden al “corta y clava”.
¿Quién
no sabe que el periodismo es un ejercicio de respeto, de ética, de estudio
detenido y profundo? Hace poco me escandalizaba, cuando escuché a alguien del
gremio (joven como yo por cierto) jartarse de su evidente falta de rigor
laboral, pues en definitiva “pregunten allá afuera caballero, y sabrán la mala
opinión que tienen sobre nosotros”. Así
piensan los adictos al corta y clava, o mejor dicho, los mediocres que inundan
nuestras redacciones bajo el disfraz plantillero de periodistas.
A la
situación actual se llegó cuando permitimos que el derrotismo profesional se
disfrazara de triunfalismo chillón, y fuera de vocinglero a desinformar con su
desaliño de bodega. Tal ebriedad nos ata de manos y pies, pues predominan la
apatía y una autocensura no siempre justificada. Un contenido alejado del valor
noticia, poco atractivo de por sí, propenderá al aburrimiento. El problema es
que no nos respetamos, y por tanto somos incapaces de respetar a nuestro
público.
El
corta y clava de hoy debe desaparecer de los anales del periodismo cubano. Pero
a ello no se llega llenando las páginas de boberías, o saturando el noticiero
con la misma cuartilla de sobrecumplimientos
y planes futuros. Ya lo dije: los malos contenidos propenden a la chapucería
estilística o cuanto más al panfleto. Una mejor selección de los hechos
noticiables, debe ser el primer cambio al interior de las rutinas informativas
de nuestros medios de prensa. Esa lectura crítica y profesional de la realidad
que todo periodista tiene que realizar nos aportará la savia necesaria, la
génesis de un mensaje otra vez pertinente y atractivo.
Apuesto
por un futuro donde los periodistas seamos realmente vanguardias, o sea
irreverentes, críticos, responsables y sólidos en nuestros criterios. Eliminar
el zonzo corta y clava podrá costarnos, pero sólo así renacerá nuestro
periodismo. ¿Cómo hacerlo? Eso dependerá del respeto que sintamos por la
profesión. Sobra hablar acerca fórmulas, recetas o camisas de fuerza. El camino
es individual, el resultado nos beneficia a todos y en especial a la nación
cubana.
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