3 ene 2013

El corta y clava nuestro de cada día


¿Cómo hacer un periodismo serio y a la vez irreverente? ¿De qué forma recuperar la atención de nuestro público televidente, oyente o lector? ¿Estamos listos para asumir el reto de una prensa realmente distinta? Las interrogantes dan vueltas, me sumen en un confuso torbellino, están presentes en cada post que escribo, en cada trabajo radial que saco al aire. ¿El problema reside sólo en el contenido de nuestros mensajes, o hay que indagar por estilos más frescos, personales, auténticos?
Cuando cursaba estudios en la universidad me molestaba el tono insuficiente de nuestra prensa, su incapacidad para ir más allá del simple informe, frío, impersonal, muchas veces poco comunicativo. Dije por entonces que nos tocaba obrar una renovación, y ahora estoy en el aprieto de manejar una agenda personal de cambios, de iniciativas, dentro de otra muy estrecha, donde se impone  una rutina ramplona, conocida por todos en el gremio por el nombre de “corta y clava”. Así mismo, al estilo del más remendón de los zapateros. Fabricar productos comunicativos deviene no ya en oficio, sino chapuza, en despeñar una serie de notas informes con el mote de “géneros”, que o repiten o dicen mal, pues carecen de elaboración, del alma del periodista.
Este trabajo, gústele o no, tiene mucho de arte y subjetividad. Ya en la Academia me encontré con esos supuestos periodistas “objetivos”, que apostaban por una escritura casi robótica, sin adjetivación, sin gerundios o formas del verbo ser. Como si tales fórmulas garantizaran la eficacia de un buen artículo o cualquier otro género. Negaban los vínculos del periodismo con la literatura, se ofendían cuando algún estudiante hereje se desviaba de las canónicas vías establecidas en manuales y demás ortodoxias. No obstante, acá estamos los disconformes, escribiendo a nuestro antojo, aún soñando una prensa humana, disfrutable, cercana, y eficaz.
En lo personal tengo una fórmula que aplico siempre a la hora de escribir: primero recuerdo lo último que vi, escuché o leí en la prensa cubana y luego me digo “bien, tú debes evitar eso” e intento manejar la pluma de la forma más irreverente posible. Pero vuelvo a las interrogantes del inicio: ¿es un problema de estilo o de contenidos? Creo que ambas cuestiones inciden una en la otra y hacen que nuestra pálida prensa caiga por su propio peso. Es habitual que se ignoren olímpicamente los valores noticia en nuestra prensa, mientras se va a bolina el ABC que debiera jerarquizar los contenidos de periódicos, emisoras y telecentros.
Pero si terrible resulta incurrir en faltas de contenido, también lo es el tratamiento irresponsable que muchas veces reciben los hechos. Emitir datos de forma desmañada deviene en otra práctica común, así pululan sosos artículos, incapaces de decirle al lector “acá te puedes enterar de algo interesante y en forma amena”. Tal fenómeno constituye una absoluta falta de respeto hacia el público y también con uno mismo como profesional, crean un mal hábito, propenden al “corta y clava”.
¿Quién no sabe que el periodismo es un ejercicio de respeto, de ética, de estudio detenido y profundo? Hace poco me escandalizaba, cuando escuché a alguien del gremio (joven como yo por cierto) jartarse de su evidente falta de rigor laboral, pues en definitiva “pregunten allá afuera caballero, y sabrán la mala opinión que tienen sobre nosotros”.  Así piensan los adictos al corta y clava, o mejor dicho, los mediocres que inundan nuestras redacciones bajo el disfraz plantillero de periodistas.
A la situación actual se llegó cuando permitimos que el derrotismo profesional se disfrazara de triunfalismo chillón, y fuera de vocinglero a desinformar con su desaliño de bodega. Tal ebriedad nos ata de manos y pies, pues predominan la apatía y una autocensura no siempre justificada. Un contenido alejado del valor noticia, poco atractivo de por sí, propenderá al aburrimiento. El problema es que no nos respetamos, y por tanto somos incapaces de respetar a nuestro público.
El corta y clava de hoy debe desaparecer de los anales del periodismo cubano. Pero a ello no se llega llenando las páginas de boberías, o saturando el noticiero con la misma cuartilla de sobrecumplimientos y planes futuros. Ya lo dije: los malos contenidos propenden a la chapucería estilística o cuanto más al panfleto. Una mejor selección de los hechos noticiables, debe ser el primer cambio al interior de las rutinas informativas de nuestros medios de prensa. Esa lectura crítica y profesional de la realidad que todo periodista tiene que realizar nos aportará la savia necesaria, la génesis de un mensaje otra vez pertinente y atractivo.
Apuesto por un futuro donde los periodistas seamos realmente vanguardias, o sea irreverentes, críticos, responsables y sólidos en nuestros criterios. Eliminar el zonzo corta y clava podrá costarnos, pero sólo así renacerá nuestro periodismo. ¿Cómo hacerlo? Eso dependerá del respeto que sintamos por la profesión. Sobra hablar acerca fórmulas, recetas o camisas de fuerza. El camino es individual, el resultado nos beneficia a todos y en especial a la nación cubana. 

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