18 feb 2013

Los silencios del verso

Las tardes de poesía con el escritor remediano Luis Manuel Pérez Boitel son siempre reveladoras. Para él la creación es ese acto trascendente donde el mundo se muestra a través de la bella imagen. Como cultor de la mayor sabiduría posible, este hombre sencillo, amante de su pueblo provinciano, no deja de sorprender a lectores y críticos. Sus libros son como dardos que aciertan con novedad y atrevimiento. Una voz fresca y lírica que desde hace años se alza en nombre de la hermosura del verso. En esta ocasión alcanzó el Premio Nacional de Poesía de Amor, que se otorga cada año en la ciudad de Varadero. Sobre este hecho y acerca de la creación misma como esa visión distinta de la vida, estuvimos conversando.
¿Qué le parece si comenzamos hablando un poco sobre el significado de este certamen literario en el contexto cultural cubano?
Es un premio que tiene una historia muy hermosa, antiguamente se publicaba el texto ganador en un afiche, y eso provocaba una suerte de encanto entre los creadores. Este año la convocatoria no sólo incluía a los cubanos residentes en la isla, sino a la diáspora. Se ofrece en el marco del Día de los Enamorados y… ¿qué escritor no le ha cantado al amor? Toda la poesía que uno puede hacer es de amor, alguien en una ocasión me pidió que leyera unos versos sobre esa temática y yo abrí una de las antologías que tengo publicadas y seleccioné cualquier texto al azar, porque considero que el amor es mucho más dimensionado que una relación interpersonal. La poesía no se puede encuadrar, su concepto va a distintas aristas de la vida, del aliento humano.
Creo que este es un premio más que al amor, a un acto de valentía, de decir las cosas, de asumirlas y legitimarlas. 
¿Y qué propuestas estéticas cree usted que vio el jurado en su poema?
Me interesa mucho la lectura a nivel de subtexto e interlíneas. Esos silencios del verso, sus matices,  cómo todo se va desdoblando. Hay una especie de visualidad, de sentido iconoclasta en la creación literaria. Más que leer palabras, uno recibe los espacios, el andamiaje de la poesía. Estamos hablando de un sentido de la comunicación que te muestra todas las búsquedas posibles de la vida, del espíritu. De ahí la importancia del receptor, del lector, a la hora de decodificar un cúmulo de imaginerías literarias, por llamarlas de alguna manera.
¿Cuál es tu opinión acerca de la poesía cubana en estos momentos?
Grosso modo, yo la veo bien, porque yo creo que para que exista lo bello también tiene que estar lo feo. Hay un abanico múltiple, policromático, diverso, de grandes búsquedas ontológicas. Muy al sentido de lo cubano, de lo insular, desde lo diverso. Yo pienso que la catarsis está en la crítica, que es muy mala, pues está muy parcializada desde determinados cenáculos o revistas, que son muy peligrosos.
Más que el estado que pueda tener la poesía cubana, yo hablaría de la necesidad de que esta dialogue con las vanguardias de América y del mundo. Pues los poetas se están leyendo a ellos mismos y eso puede encerrarnos en una especie de embotellado nacional. Las instituciones deben apostar por propiciar ese intercambio entre lo mejor de la poesía cubana y el resto de la creación universal. Hay que darle espacio a las verdaderas voces de la isla, y así llevar al público lo que resulta una buena literatura. Como este país se lo merece. Este pueblo es culto y para mantener ese status necesita conocer, estar en ese universo superior, que tiene que ser siempre emancipador, más múltiple, más plural, que lo enriquezca como ser humano.



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