Por Facundo Ramos
Hay que
convenir en que Remedios tiene en sus dos parroquias, dos torres muy buenas y
notables; dos especialidades.
Pero
sobre todo la de la
Iglesia Mayor es digna de ser detallada con mucho esmero y
detención. Fue empezada a construir en el año de 1848 y se terminó en 1850.
Hace tan sólo 45 años. La edificó el maestro de obras D. Louis Rolland; que
hizo por entonces otros varios edificios, entre ellos la casa donde hoy se
encuentra el Ayuntamiento.
Era
vicario en esa época el célebre y querido Padre Bejerano, que con muchas
simpatías y prestigio cooperó extraordinariamente a la construcción de la obra.
Esta
vino a costar unos ochos mil pesos próximamente, de ellos 200 fueron
presentados por D. Antonio María de la
Torre , hijo de Doña María Manuela de Rojas que los testó para
la reedificación del templo del Carmen, y como este no se llegó a reedificar,
aplicaron esos 2000 pesos a la construcción de la torre; con otras
varias limosnas que dio todo el vecindario, algunos auxilios del
Obispado y varias funciones de teatro y corridas de toros que se dieron en
beneficio de aquella.
Una de
estas corridas se dio en la hoy Plaza de Recreo, en la cual trabajó muy bien el
célebre Cenobio Morado, picador mejicano que hacía proezas con su caballo.
Para la
construcción de la torre nombró el Ilustrísimo Sr. Obispo, una junta
parroquial, en la que figuró como presidente
el Coronel Don Manuel José de Rojas y Rodríguez, el Presbítero D.
Eusebio Bejerano, Cura Párroco; además de otros varios vecinos de importancia y
representación.
Antes
de concluirse la obra, el Coronel Rojas de resultas de un ataque apopléjico
quedó inválido; pero así lo llevaban a ver los trabajos en un sillón al pie de
la torre. En una de las veces que fue, ofreció regalar el reloj; lo que no pudo
cumplir porque murió. Pero su hijo D Fernando de Rojas y de la Torre , su albacea,
respetando la palabra dada por su padre, hizo venir de Boston un magnífico
reloj que costó 600 pesos y luego lo
colocó a sus expensas; que es el que sirvió hasta el año 1888.
El
primer pararrayos que tuvo esta torre lo costeó de su peculio Don Miguel
Gerónimo de Rojas y de la Torre ,
hijo del Coronel Rojas.
Esa
preciosa torre de nuestra Iglesia Mayor fue pues construida con los recursos
del pueblo remediano que se esmeró por tener una cosa buena.
Y lo
consiguió.
En toda
la isla de Cuba, incluso La
Habana , no hay una torre igual a la de la Mayor de Remedios.
Los
remedianos deben de estar orgullosos con
esa joya, que no tiene rival aquí, ni en los más suntuosos templos de la Capital , ni en los de
Santiago de Cuba.
Nuestro
voto es débil; pero está apoyado por la respetabilísima autoridad del Obispo
Fleix y Solanz, que vino a esta ciudad en 26 de enero de 1855 y se hospedó en
la casa que ex profeso para él mandó construir el presbítero D. Jesús de Rojas
(el Padre Chucho) en la calle de Mercaderes casi esquina a la plaza del Cristo.
En una
casa se dio un banquete, y en él habló el Obispo Fleix y Solanz. Entre otras
cosas dijo:
-“Quisiera
para mi Catedral de La Habana
la torre de la Mayor
de Remedios.”
En
efecto, esa torre gusta a todo el que despacio se fija en ella y la estudia con
calma. Es el mejor monumento de Remedios.
Consta
de cinco cuerpos separados entre sí por cornisamentos muy elegantes y artísticos.
El
primero viene a ser como el pedestal o base de la torre y tiene en su cara del
norte, incrustada una lápida de mármol que dice así: “PLAZA DE ISABEL 2 da
AÑO DE 1852” .
Los
tres restantes vienen a representar en cada lado como cuatro pórticos artísticamente construidos, con sus columnas, bases y
chapiteles, sus intercolumnios respectivos y sus ventanas de medio punto,
provistas cada una de sus balconetes.
Entre
todas hay 48 columnas y 12 ventanas.
No se
ha obedecido en la construcción a un orden arquitectónico fijo (como sucede,
por ejemplo, en la torre del Buenviaje). Pues unos capiteles son del orden
toscano, otros se parecen al dórico y algunos hay dórico y corintio; igual que
las columnas, zócalos y cornisamentos.
Pero de
esta mezcla de órdenes resulta un conjunto bello y agradable. En la variedad
está el gusto.
El
arquitecto otras veces separándose de los preceptos de su arte, hizo a su capricho
algunas molduras y adornos que dicen bien al resto de la obra.
El
quinto cuerpo está formado por una bien cortada cúpula que remata en una
linterna de cuatro lados, en cuyo vértice está situada la veleta.
En el
interior del cuarto cuerpo está colocado el reloj público, que presenta su
esfera hacia la plaza.
Este
nuevo horario se compró por el pueblo y le colocó Don Francisco Marín en 1888;
a causa de que el antiguo estaba ya muy malo y no marcaba bien las horas.
La altura de la torre es de treinta metros, su
ancho exterior de seis metros cuadrados y el interior de cuatro.
Tiene
cuatro campanas contando con la del reloj, y en todo su interior una buena
escalera que llega hasta la cúpula.
Desde los balcones más altos se divisa un
magnífico horizonte, limitado hacia el norte por el mar y en los demás puntos
por una pintoresca campiña adornada de ingenios, vegas, sitios de labor y
montañas.
Es
digna de verse esa agradable perspectiva, sobre todo si se ayuda el observador
de un buen anteojo de larga vista. Está a salvo de las chispas eléctricas por
un buen pararrayos de moderna
construcción.
Ha sido pintada y retocada dos veces, después
de concluida. Un hombre de color llamado Marcelino Berroa, que vino de
Trinidad, la pintó él sólo auxiliado de unas cuerdas y unas tablas, en 1866.
Después
en el año de 1893, siendo Vicario el respetable Padre Azcué, se ha vuelto a
pintar y retocar al óleo por los señores Collado y Villa, a expensas del
pueblo.
¡Hermoso
era el aspecto que presentó esa torre en el momento en que se concluyó la obra
y se retiró la andamiada!
Es
indudable que es muy bella y elegante.
Cuando
resulta mucho más su airosa construcción es cuando están frescas sus pinturas y
reciente su retocado.
Cada 10
o 12 años se debiera hacer un esfuerzo y darla una mano de pintura, porque lo
merece.
Todo lo
fea y antiestética que es la
Iglesia , tiene la torre de elegante, bella y airosa.
Si
algún día la piqueta demoledora llegase a destruir el templo, debe respetar la
torre como hermoso modelo en su clase.
En
ninguno de los suntuosos templos de La Habana (repetimos) como “La Merced ”, se encuentra otra
igual, ni parecida.
El
pueblo de Remedios tiene una especialidad en su magnífica torre de la Iglesia Mayor , como
no la tiene ningún otro pueblo de la
Isla.
Nota:
La
hermosa “torre de la Mayor ”
se destaca airosa sobre todos los edificios de la vieja ciudad. Hoy la blanquean con relativa frecuencia,
pero desde hace más de treinta años no se le da pintura como sucedía en la
época de Ramos; sin duda por lo costoso del material. La lápida de mármol
desapareció en 1898 (véanse las páginas 12, 20 y 31, del tomo II de los “Anales
y Efemérides de San Juan de los Remedios y Jurisdicción). El altar mayor es de
moderna construcción y fue donado por la caritativa dama Da. Ana Escobar,
vda. de Martínez, en 1924.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Prohibido abandonar el blog sin comentar