Ambos
tomamos la misma ruta, ella para Santa Clara, yo hasta Remedios. Iba medio
dormido, leyendo apenas algún librillo de esos que suelo llevar. Me despierta
el frenazo de la guagua y las protestas de la gente: el chofer intenta
convertirnos en consumidores forzados de un negocio particular, un rancho de
tablas y guano situado en un punto perdido del viejo oeste. ¿Las razones? Un
trato secreto con el dueño del paladar, que viola los principios más
elementales de un ciudadano, además de ir en contra de décadas de pan con
jamón, refresco y dulces; expendidos bajo la fachada color pastel de los
socorridos merenderos estatales de la autopista.
Ambos
íbamos en la misma guagua, yo dormido, ella atenta y periodista. Salí a coger
sombra bajo una mata, decido a meterme sólo su alguien la agredía; pero ella,
Leidy, supo defendernos a todos. No le importó la prepotencia del dueño del
paladar, ni los manoteos y las mentiras del chofer, porque la guiaba un sentido
de la justicia de veras único. Nadie le pagaría por aquel trabajo periodístico,
no estaba al servicio de ningún diario, ni siquiera sabía si lo publicaría en
su blog. Pero aquella tarde, en medio del oeste, debajo del sol, me demostró su
valentía.
Conozco
a Leydi Torres Arias de la universidad, de ser mi compañera de estudios, mi
profesora, tutora de la tesis y amiga. En el resto del viaje, junto al bloguero
Julio César, estuvimos hablando en voz baja de todo y no nos faltaban risas y
sobresaltos. Hubo periodismo, pero sobre todo honestidad intelectual y ganas de
cambiar la realidad. No menos sorprendente fue el gesto de que Granma, ese
espacio que tantos hemos calificado de demasiado oficial, publicara el
reportaje de Ley.
Sé que
la prensa ha sido llevada al punto en que está tras décadas de procedimientos
prohibitivos y secretistas; pero el reportaje Astros Apagados merece todo el
reconocimiento y la atención de un momento singular, que nos brinda la
oportunidad para ser de veras periodistas. Pienso que Ley pudo hacerlo desde su pequeñez casi
adolescente, demostrando que la estatura se mide a partir de los principios.
Reconozco que esa tarde sentí aquella admiración por ella y también, ¿por qué
no?, un poco de vergüenza por mi sueño y
la dejadez del libro que leía. Te prometo Ley que la próxima vez seré digno de
un acto como el tuyo.
Afrontar la realidad asì, es lo que nos hace grandes, Leidy es un gran ejemplo a seguir como profesora y ser humano.
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