21 de julio de 1913
Enumeración de todos los argumentos a favor y en contra de
mi matrimonio:
1.
Incapacidad de soportar la vida, lo que no es
incapacidad de vivir, sino lo opuesto; tal vez sea improbable que soporte la
vida con otra persona, pero soy incapaz de soportar a solas el asalto de mi
propia persona, las garras del tiempo y de la vejez, la vaga opresión del deseo
de escribir, el insomnio, la proximidad de la locura. Quizás junto naturalmente
todo esto. La relación con F. dará a mi existencia una capacidad mayor de
resistencia.
2.
Todo me da que pensar, inmediatamente. Cualquier
chiste del suplemento cómico, el recuerdo de Flaubert y de Grillparzer, los
camisones preparados por la noche sobre la cama de mis padres, el casamiento de
Max. Ayer mi hermana dijo: “Todos los casados (que conocemos) son felices, no
puedo comprenderlo”; también esta observación me dio qué pensar.
3.
Necesito estar mucho tiempo solo. Todo lo que he
producido es simplemente un producto de la soledad.
4.
Odio todo lo que no se relaciona con la
literatura; me aburre seguir una conversación (aún cuando se relacione con la
literatura), me aburre hacer visitas, las penas y las alegrías de mis parientes
me aburren. Las conversaciones me roban la importancia, la seriedad, la verdad
de todo lo que pienso.
5.
El temor del vínculo, de pasarme al otro lado.
Porque ya no estaré nunca más solo.
6.
Delante de mis hermanas, especialmente en otras
épocas, soy a menudo muy distinto de lo que soy delante de los demás.
Temerario, expuesto a todo, poderoso, sorprendente, conmovido, como sólo lo soy
cuando escribo. ¡Si por lo menos pudiera aparecer así delante de todo el mundo,
por obra y gracia de mi mujer! Pero entonces, ¿no sería a expensas de lo que
escribo? ¡Eso no, eso sí que no!
7.
Sólo, quizás pudiera algún día renunciar
realmente a mi empleo. Casado, ya me sería absolutamente imposible.
Hoy
conseguí el Libro del Juez de
Kierkegaard. Como me imaginaba, su caso, a pesar de ciertas diferencias
esenciales, es muy semejante al mío, por lo menos se encuentra del mismo lado
del universo. Me confirma, como un amigo.
21
de agosto de 1913
Vivo
en el seno de mi familia, entre las personas mejores y más amables, como un
desconocido entre desconocidos. Durante los últimos diez días no habré hablado
un promedio de más de veinte palabras por día, con mi padre apenas cambio de
vez en cuando un saludo. Con mis hermanas casadas y con mis cuñados no hablo en
absoluto, sin tener por supuesto nada contra ellos. El motivo de este proceder
es que no tengo nada que decirles, ni lo más mínimo. Todo lo que no sea
literatura me aburre y me inspira odio, porque me perturba o hace perder el
tiempo, aunque sólo sea por sugestión. Me falta todo sentido de la vida
familiar, excepto como observador en el mejor de los casos. No siento ningún
interés en los parientes, y las visitas casi me parecen un castigo.
6
de agosto de 1914
Contemplado desde el punto de vista de la
literatura, mi destino parece bastante simple. El deseo de representar mi
fantástica vida interior ha desplazado todo lo demás, y además la ha agotado
terriblemente, y sigue agotándola. Ninguna otra cosa podrá jamás conformarme.
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