Pretendo un comentario sobre Martí, y
vengo con el corazón en las resonancias del Maestro, sonidos que son de
infancia y manual, de cuando aprendimos de memoria las ideas más lineales y
evitamos el río tempestuoso del pensamiento.
Pero Cuba y la América necesitan del
cause oscuro más que de la luz intensa que muestra lo mediato y no la esencia.
Nuestro fundador dijo sobre el periodismo de comentarios: “Estudien los que
pretenden opinar. No se opina con la fantasía, ni con el deseo, sino con la
realidad conocida, con la realidad hirviente en las manos enérgicas y sinceras,
que se entran a buscarla por lo difícil y oscuro del mundo”. Para asumir la
tarea de zanjar la verdad y darle a nuestras repúblicas la luz que de ellas
surge, necesitamos del río oscuro y tempestuoso.
El problema de la independencia fue
de espíritu, porque lo formal nos otorgó banderas y cantos; y hasta tarareamos
a Martí sin acordarnos que el machete nunca se viste de vaina de seda. La
América imitó demasiado y en su mansedumbre cometió el error
de dar la espalda al indio y al negro, que amasaron la libertad primera con sus
sangres sufridas.
Vertebramos universidades de cartón,
pintadas de Inglaterra, de Norteamérica y obviamos que el campesino dispone de
su magia propia, de su sabiduría imprescindible. Las sombras nos sumían en una
desunión que no por anunciada dejó de afectarnos. Vivimos fuera de nuestra
civilización, copiando la civilidad de otros, ahuyentamos así al cimarrón y
este vino ataviado de rey, hasta las puertas de palacio.
La historia de las repúblicas
fragmentadas y hermanas, de las islas dolorosas necesitaba del hijo nuevo, del
hombre capaz de quedarse en ellas a amar a la madre india y de delantal manchado. Porque de esos se hizo
la primera independencia. Si Washington no se fue a vivir con los ingleses,
tampoco Bolívar se detuvo en la fácil vida de la burguesía caraqueña.
La luz que parecía dormida renace
sobre las cabezas canas y los pechos de los hombres del pasado. Pero ahora, a
desfilar, pero que el pensamiento no sea un desfile; sino la tempestad del
maestro, su hondura y también su oscuridad. Martí es Meñique, es poesía
sencilla y sabia y también idea redentora. Pero su verdadero mérito estuvo en
crear, en amar la herida y fundar sin la ira del sectario ni la vanidad del
ambicioso.
Los pueblos visitan la isla del
Maestro, tierras del último grito de la primera independencia. La segunda y
definitiva libertad marcha sobre los hombros de los hijos nuevos. Todo ocurre
en Cuba, donde son más los montes que los abismos, los que aman que los que
odian, más la grandeza que la ralea. Lo que odia es ralea, dijo José Martí, la
ralea del pueblo es incapaz de amar. La América se refunda y sólo se salva la justicia,
ya el río portentoso torna a mares su fuerza. No podemos esquivar más tiempo
las corrientes de equidad y fundación.
me encanta tu blog es muy bonito pasate por el nuestro y nos seguimos
ResponderEliminarhttp://justlikeus3.blogspot.com.es/
Gracias, ya vi el blog de ustedes, son ustedes muy lindas, como el blog que escriben...claro que las sigo. Besos.
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