El trabajo de plaza de El Carmen nunca se terminó |
-¿Y quién gana este año?
¿El Carmen o San Salvador?
La vieja pregunta, tan
vieja como las sinuosidades de Remedios, recorría los barullos de feria, los
escondites de brujos, las predicciones de babalaos, los dados de los
mentideros, las cartas de quienes a distancia seguían el transcurso de unas
fiestas con casi doscientos años de edad. En el inicio la artesanía y el juego
colmaron la fabulación de carpinteros y escultores autodidactas, en el presente
existe la improvisación, las rencillas, las transacciones frías y las vistas
gordas. El pueblo, viejo espectador y protagonista de las celebraciones, hoy sólo
puede mirar y callar.
-¿Y habrá parrandas este
año? Ya estamos cerca y no se ve movimiento.
Nueva observación que sustituyó
a la antigua pregunta, porque la cuestión ahora radica en las posibilidades
(casi imposibles) de materializar el sueño de un año entero de los remedianos. Cuenta la
historia que los parranderos estaban todo el tiempo inmersos en la próxima
festividad, se tramaban venganzas barrioteras, chanzas, obras de arte. Hoy la
incertidumbre se nota en quienes cada día se citan en la glorieta del parque
José Martí, son los integrantes de una peña no formal, viejos y nuevos amantes
de la tradición colectiva más longeva de Cuba.
-Nada se sabe, dicen que
no hay presupuesto.
-Las parrandas son caras,
puede que desaparezcan.
-No se trata de defender
a San Salvador o El Carmen, sino de luchar todos juntos.
Ellos entienden que su
pasión está desprotegida. Aunque las leyes amparen el patrimonio intangible,
hace años que las fiestas no tienen lucidez.
-¡Es increíble que el año
pasado sucedieran tantas cosas negativas sin que nadie responda por nada!
Se quejan y con razón. La
organización de las parrandas del 2014 rompió el récord del irrespeto a un
fenómeno declarado Patrimonio Cultural de Cuba. Las obras de arte popular del
barrio El Carmen (carroza y trabajo de plaza) quedaron en el suelo, tirados como
trastos sin atractivo, ante la mirada de turistas y paisanos. La contraparte,
San Salvador, debió hacer recortes en el diseño de su trabajo de plaza y sacó
una carroza que, además de derrumbarse a pedazos mientras caminaba por los
bordes del parque Martí, quedó oscura totalmente.
-Una irresponsabilidad,
una afrenta al sentir genuino.
Así califiqué el hecho a
través de un reporte en vivo que hice en las ondas de la CMHS Radio Caibarién,
planta radial donde entonces laboraba como comunicador. Esperé respuestas, pero
obtuve silencio. Mi denuncia, realizada en caliente a las seis de la mañana del
25 de diciembre, se enfrió en el congelador del tiempo perdido.
El silencio aún se cierne
sobre los responsables y otra vez se acerca la fecha de la verdad, cuando los
amantes de las parrandas quieran soñar y vean lo quimérico de su empresa.
La ausencia de una voz que
asuma la factibilidad del hecho festivo es una vergüenza en el rostro de los
gestores de la cultura nacional. El manto de silencio que la prensa tiró, se compara
con el intento inútil por taponar con un dedo las cataratas del Niágara.
Sólo el valioso
periodista villaclareño Abel Falcón, en su programa radial Alta Tensión,
cuestionó la desinformación que padece el pueblo remediano acerca del gran
fallo, pero hasta ahí. Falta indagar.
Con el periodo de los
noventa, las parrandas perdieron la subvención estatal y su costo, siempre
alto, pasó informalmente a manos de gestores particulares. Dichas personas
suplantaron el papel creativo que hasta entonces las masas populares tenían
dentro del fenómeno. Se generó una especie de liderazgo exclusivamente
individual y grupal de consecuencias nefastas, esa crisis derivó en el actual
estado de las fiestas.
Si hasta esa fecha las
directivas del Carmen y San Salvador estaban compuestas por verdaderos
patriotas y defensores de la tradición, a partir de entonces arribaron otros
cuyo interés afectó sobremanera la calidad de los proyectos. Se descuidaron
elementos artísticos a favor de otros que generan ganancias imparables.
-¡Tiramos cuarenta mil
voladores!
Es una frase que suele
escucharse, cuando apenas lanzaron diez mil y los otros miles fueron a Zulueta
u otro poblado parrandero, previa transacción ilegal. Más de una vez el pueblo
impidió esas ventas de fuegos artificiales, bloqueando el paso de las calles.
Pero los timadores buscan alternativas y cada año tiran menos volador.
Hay quien dice que es
imposible atajar la ilegalidad que las nuevas directivas introdujeron en las
parrandas, hay quien sostiene que sin esas personas el fenómeno moriría.
No creo que nuestro
Estado tenga que depender de gestores que al final se sirven de recursos
estatales: madera, puntilla, bombillas, cables, tela, papel, pintura, yeso,
pólvora.
Nuestras universidades
forman a prestigiosos economistas, contadores y estadísticos que debieran
asumir tales funciones. El Ministerio de Cultura dispone de recursos para
priorizar y dar seguimiento a una fiesta que bien lo merece, por los grandes
beneficios que rinde al país. Ya los hostales, los hoteles del pueblo y la cercana
cayería norte tienen llenas las reservaciones para la nochebuena y fin de
año.
En el 2014 no hubo
parrandas. Una parte considerable del pueblo,
a la hora de señalar culpables, le reclama al gobierno local. Pero no
conozco de ningún Presidente de la Asamblea Municipal que se haya enriquecido a
costa del dinero de la festividad.
Sí es tarea del sistema
de gestión nacional el hallar para Remedios un mecanismo que garantice la
celebración sin ilegalidades, pues a parranda revuelta ganancia de timadores.
Mientras exista un vacío legal, habrá una grieta.
Las parrandas son
demasiado importantes para dejarlas en manos inciertas. Son la cara de Cuba
ante el mundo, por la cantidad de agencias que vienen a reportar: BBC, Reuters,
AFP, Xinhua, Telesur, etc. Además de los medios nacionales, los blogueros, los
periodistas ciudadanos, la gente de a pie, los turistas.
En la era de la wifi y
facebook no se puede permitir improvisaciones, porque el fallo o el éxito son
inmediatos y mundiales.
Hubo desastre en el 2014
y a la fecha actual aún nadie sabe qué pasará con el 2015. No hay presupuesto
estatal, y la cuenta fondo del gobierno del municipio apenas alcanza para una entrada
de voladores. Otra vez la parranda anda revuelta y los timadores están de
pesquería.
Lejos ya los tiempos en
que los presidentes de los barrios remedianos le arrancaban el techo a sus
casas o rompían un escaparate o dejaban de comer, para sacar una carroza de
triunfo y una entrada de faroles.
Lejos están Bicho, Tino
Palenque, Inocente Moronta, Cortina, Brusains, Tanterín, Concha la Remediana,
Emilia Pata de Grillo, El “Soladito”, Perico Morales, Guillermo Duyos, Manolo
Rodríguez, y otros tantos parranderos que desde aquella fría madrugada de
diciembre de los años 1820, despertaron la fantasía ingenua de una ciudad.
-No me gusta lo que hablas
en la radio.
Me dijo el año pasado uno
de esos que pescan aún, quizás porque piensa que su faena es impune, quizás se
cree imprescindible. Otro, sencillo trabajador que vive de su salario,
contradijo al pescador:
-Casi nadie habló, te
felicito.
Pero todavía hay quien
cree y defiende a los pescadores y le reprocha al Estado cuya gran y única
falta es permitir la pesca indiscriminada.
¿Quién gana este año? La respuesta es obvia.